Tétrada I (primera parte)




Caldwell, Nueva York. 14 de abril de 2014, 23:50 horas.

A menos de cuatro horas para que se desatara un infierno de setenta y ocho jodidos minutos y allí estaba, recostada frente al volante de un Hummer negro, en mitad de un parking que se iría llenando según se acercara el punto crítico, sin dejar de observar los rostros tensos y demudados de todos los que se iban acercando.
Había acudido sin cuestionarlo, una llamada de Circen y ofrecía sus puños después de todos sus desprecios y negativas de ayuda. Que en ese momento estuviera sonando If you want blood (you’ve got it) de AC/DC, no dejaba de darle un cierto sentido irónico a la noche. Tras relajarse treinta segundos contra el reposacabezas del asiento, Lyss apagó la radio, emitió un suspiro y terminó de abrocharse la Bomber justo antes de sacar las llaves del contacto. Con todo el aplomo que pudo reunir, aferró la bolsa de lona negra que llevaba en el asiento del copiloto y salió del vehículo. El parpadeo de todos los intermitentes al accionar el cierre remoto consiguió que las pocas miradas que vagaban entre plazas vacías se fijaran en ella. A las tres de la mañana no quedaría ni un hueco libre.
Con el silencioso paso decidido de sus suelas de carbono antideslizante se dirigió a las puertas dobles del Loup Garou. Tras golpear sobre el cartel de cerrado por motivos personales de la manera acordada, esperó con paciencia mientras se giraba para observar la luna llena. Ella sería la culpable de iluminar parte de lo que el mundo ocultaba, con la misma cara roja que durante eones había alimentado leyendas y que hoy se apuntalaba sobre argumentos científicos.
—¿Una de las bolsas que sacaste de la beneficencia contenía restos de equipamiento S.W.A.T.?
Lyss ni se molestó en contestar. Farquhar no vestía de forma muy distinta a la suya y la miraba con aprobación. En algún lugar seguro tendría guardada ropa de repuesto.
—Al menos has tenido la decencia de recoger esa bonita melena rubia en una coleta baja —se burló con dulzura fingida—. Si te agarran por ahí, el recorrido de tu cuello será corto cuando traten de inmovilizarte —afirmó con tono más serio.
—¿Órdenes?
—Pasa. Estamos repartiendo las zonas y delimitando las tareas.